Hoy voy a hablar de Crónicas Vampíricas, una de las series que más enganchada me tenía hasta que ha inaugurado su cuarta temporada.
Título Original: The Vampire Diaries
Género: Terror, Romance
País y Año: EEUU 2009
Creador: Julie Plec
Dirección: Marcos Siega
Reparto principal:
Ian Somerhalder, Nina Dobrev, Paul Wesley, Candice Accola, Katerina Graham
Michael Trevino, Steven R. McQueen, Matt Davis, Zach Roerig
Guionistas principales: Julie Plec, L J Smith. Kevin Williamson.
Fotografía: Ramsey Nickell.
Crónicas Vampíricas se basa en la serie de novelas homónimas escritas por la autora norteamericana Lisa Jane Smith, cuya publicación se inició en la década de los 90, con anterioridad a la saga Crepúsculo.
Ambientada en la localidad de Mystic Falls, esta producción cuenta la historia de la joven Elena Gilbert (interpretada por Nina Dobrev) desde el momento en que dos hermanos entran en su vida de una manera más que repentina. Uno bondadoso y otro malvado. Pero ambos vampiros.
El relato comienza cuatro meses después del trágico accidente que acabó con la vida de los padres de Elena. Siempre ha sido una estudiante modélica: guapa, popular... Sin embargo, ahora tiene que luchar contra la tristeza que ha irrumplido en su vida. Elena intenta recuperar poco a poco la normalidad rodeada de su mejor amiga Bonnie, su ex novio Mat y su amiga-enemiga Caroline. Un nuevo curso empieza en el instituto de Mystic Falls y Elena y sus amigas están fascinadas con un estudiante misterioso y atractivo: Stefan Salvatore (Paul Wesley). Aunque se sienten muy atraídos el uno por el otro, a Elena le desconcierta el extraño comportamiento del chico. Lo que Elena ignora es que Stefan es un vampiro, que hace grandes esfuerzos cada día por resistir la tentación de probar su sangre. Pero parece que Stefan debe luchar contra un enemigo aún peor: su hermano mayor Damon (Ian Somerhalder), dispuesto a trastocar la vida en Mystic Falls y quedarse con Elena.
Empecé a verla por recomendación de una amiga. Soy una fan confesa de la Saga Crepúsculo (sí, no os asustéis, tengo todas las características de la cultura “teen” en algunas cosas) y pensó que esta serie podría gustarme.
A pesar de tener todos los capítulos esperando a que les diera una oportunidad, me resistí bastante, pero un día de aburrimiento extremo decidí probar suerte y el experimento no resultó. El piloto me pareció flojo. Muy flojo. Aun así me animé con el segundo y comencé a atisbar algo de potencial en la posible historia entre Stefan Salvatore y Elena Gilbert. Al quinto capítulo, esta pareja me había cautivado y la serie también.
A medida que la trama avanzaba todos los personajes evolucionaban, y eso me gustó especialmente, porque el estancamiento lleva al aburrimiento. El que más altibajos ha protagonizado (y uno de mis favoritos e imprescindibles) es Damon Salvatore. A través de él vemos la lucha constante entre el bien y el mal, entre los deseos más salvajes y el comportamiento ético y correcto.
Hasta la tercera temporada la historia me pareció brillante. No tanto el esquema de los capítulos, que llega a ser un poco repetitivo (el hermano malo y el hermano bueno al final trabajan juntos para salvar a la chica de la que ambos están enamorados) pero sí la forma en la que todo está conectado, la manera en la que un simple triángulo amoroso entre humana y vampiros se complica hasta el punto de incluir maldiciones antiguas, brujas, licántropos e historia, sobre todo mucha historia llena de misterios y secretos.
Esta temporada acaba con la decisión más importante de Elena: a qué Salvatore ama en realidad. Pero también con un acontecimiento que, según parece, es el origen de todos los cambios que se están produciendo en los nuevos capítulos: la conversión de la protagonista en vampiro.
Y, a partir de aquí, es cuando mi indignación con los guionistas supera con creces todos los buenos recuerdos de las temporadas pasadas. En este punto es donde mi furia aumenta con cada capítulo. Para quien siga la serie y no haya visto la cuarta temporada, es recomendable dejar de leer aquí porque vienen spoilers.
Elena parece otra persona desde que se ha convertido, pero lo que más llama la atención es que ha pasado de elegir a Stefan a decir que ya no está enamorada de él y que ama a Damon. Todo se atribuye a un supuesto vínculo que la protagonista mantiene con el mayor de los Salvatore porque fue su sangre la que la convirtió. Hasta ahí, vale, podría aceptar que se carguen la historia de amor que hizo que me enganchara a la serie porque hay una posible solución. Todos los protagonistas andan detrás de una cura para el vampirismo, así que, de conseguirla, Elena volvería a ser humana y sus sentimientos por Stefan resurgirían. Pero la cosa es mucho más complicada que eso. Elena ha llegado muy lejos con Damon y le ha roto el corazón a Stefan de tal manera que yo ya no me creo su historia. Por mucho que encuentren una cura, por mucho que rompan el vínculo que mantiene con Damon o por mil soluciones que se les ocurran para que todo cuadre al final.
Esta nueva situación está dando pie a una lucha entre los amantes de Stefan y Elena y entre los que prefieren que la chica acabe con Damon. No es de extrañar que el vampiro malo tenga su público porque es un personaje que, a pesar de todo, se hace querer y, en mi opinión, la historia sin él perdería muchísimo porque siempre aporta un toque ingenioso e irónico. En el terreno del amor, siempre que se ha enfrentado a Stefan ha perdido y el público quiere que Damon sea feliz, pero no creo que tenga que serlo con la chica de su hermano.
Al final, la Elena que conocí al principio no tiene nada que ver con la que estoy viendo ahora. De admirarla he pasado a aborrecerla y analizando el transcurso de las cosas creo que merece la muerte o, al menos, para ser más benévola, quedarse sin ninguno de los Salvatore.
Llegados a este punto, hubiese preferido que la serie acabase en ese 3x22 que nos dejó, a la mayoría, sin aliento. De momento sigo viendo Crónicas Vampíricas y sigo incluyéndola entre mis series favoritas pero como la historia no mejore, voy a verme obligada a abandonar el barco antes de que se hunda.
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