Crítica de 'La La Land'

Valoración

La La Land es un soplo de aire fresco en la corriente viciada de remakes y adaptaciones que inunda la industria cinematográfica en la actualidad. Es un homenaje a los grandes musicales de antaño, al jazz, al baile y a la época dorada de Hollywood, a la elegancia, al cine y a los sueños.

Una aspirante a actriz que, entre servicio y servicio en una cafetería de unos estudios de cine, acude a castings en los que siempre la rechazan, conoce a un pianista de jazz que no tiene dinero ni trabajo pero sueña con abrir su propio club. Están en Los Ángeles. Se encuentran en todas partes, Se hacen amigos. Comparten sueños. Cantan. Bailan. Se enamoran. Y leído así, parece una película romántica de manual, sin nada destacable, pero lo que realmente vale la pena de la cinta, sin contar las magistrales actuaciones de Emma Stone y Ryan Gosling, es el recorrido de los personajes, su evolución.

Mia no cree en sí misma y gracias a Sebastian se atreve a luchar por su sueño y a ir a por todas. Sebastian necesita dinero, pero también un empujón, alguien que le recuerde, más, si cabe, que su vida es la música y que no puede dejar morir su talento. El uno se completa con el otro, juntos son fuertes, valientes, y la vida les recompensa, aunque, quizá, no de la mejor manera.

Una de mis partes favoritas es el final. Concretamente, los últimos diez minutos. Además de que la música, excepcional durante todo el film, llega a rozar la perfección con Epilogue, el desenlace es perfecto. Realista. Estremecedor. La vida misma y sin adornos. Lo que pudo haber sido y no fue ejecutado con maestría y elegancia. El "Y si..." que podría haberlo cambiado todo.

La La Land te atrapa, te envuelve, te sacude... y todo ello sin que te muevas del asiento. Su banda sonora revolotea en tu cabeza de manera inevitable, a veces durante días o semanas, y te deja el sabor agridulce que experimentan sus protagonistas antes de que las luces de la sala se enciendan y llegue "The End".